La lucha constante con nuestro cuerpo
La conducta de la ingesta está regulada por dos mecanismos básicamente, uno de ellos se encarga de motivar el acto de comer cuando es necesario y el otro de que paremos de comer cuando ya tenemos suficiente cantidad en nuestro estómago. Parece simple, si…¿entonces por qué a veces comemos sin control?
¿Por qué somos una de las especies de seres vivos incapaces de dejar de comer cuando ya no es necesario y nos alimentamos de productos que no sólo nos engordan sino que además dañan nuestra salud? ¿No somos la especie más inteligente de este planeta? Deberíamos al menos poner en práctica los conocimientos que tenemos a cerca de la salud. Si fuera así no estarían abarrotados los sitios de comida rápida de los centros comerciales un fin de semana tras otro. Tampoco habría enfermedades provocadas por malas elecciones en la alimentación mantenidas de forma habitual.
¿Acaso el segundo mecanismo al que nos referimos que se encarga de inhibir la conducta de comer cuando ya no lo necesitamos no funciona?
Hay que tener en cuenta que para la supervivencia es más amenazante no comer que comer en exceso, al menos en un tiempo de plazo más corto. En las señales de hambre y saciedad está implicados mecanismos que desde el cerebro hasta el aparato digestivo y es un proceso algo más complejo de lo que parece. El simple hecho de ver una fotografía, oler al pasar por una panadería, un recuerdo o un momento de nervios puede activar nuestro apetito. Quizás esto explique que la mayoría de dietas no funcionen y que comamos sin tener hambre real (el que sentimos cuando nuestro estómago está vacío de verdad).
El problema es que actualmente una gran parte de la población está sobrealimentada y a la vez malnutrida, y el problema crece. Perdemos la lucha con nuestro cuerpo, vamos como pollos sin cabeza, nunca mejor dicho, en medio de una sociedad que valora más la cantidad que la calidad, generando basura, dentro y fuera de nosotros. Hemos perdido la conexión con nuestra verdadera naturaleza. Estamos condicionados por nuestra cultura, familia ,educación… y por la excesiva información que nos llega en forma de publicidad engañosa y contradictoria.
Todo el mundo sabe que hay que comer para estar sano y mantener un peso adecuado, la teoría la mayoría la conocemos, pero la práctica es otra cosa. Un día podemos mal comer, tenemos “antojo de” y darnos un capricho que nos haga sentir unos instantes de placer. No pasaría nada si fuéramos capaces de mantener una alimentación sana el resto del tiempo. Pero la situación se complica cuando esta apetencia se transforma en hábito y comemos sin control, perjudicando tanto el cuerpo como la mente. Porque no nos engañemos, disfrutamos comiendo, pero no disfrutamos comiendo en exceso.
Comer en exceso provoca indigestión y ardor de estómago, nos hace sentir hinchados, cansados y apáticos a corto plazo, nos hace engordar, nos hace sentir miserables y daña nuestra salud a largo plazo. Comer de forma natural es un gran placer. Comer en exceso causa incomodidad durante y después de la comida, y comer en exceso de manera persistente provoca mala salud y muerte prematura. Tenemos que SER CONSCIENTES de esto.
Si realmente queremos, podemos cambiar nuestros hábitos y no por ello dejar de disfrutar de algo que forma parte de nuestra vida de manera tan importante como es la comida. La forma en que comemos también afecta a nuestro estado de ánimo.
Somos lo que comemos
MAY MARTINEZ OLIVARES