¿Cómo que yo no tengo madre?

¿Cómo que yo no tengo madre?

Tenemos la costumbre de decir, que cuando muere una madre o un padre… es que ya no tengo a mis padres o a uno de los dos. O alguien te dice, ¡ay lo siento que tú, no tienes a tu madre!

¿Cómo puedo sentir yo, que no tengo madre?

Mi madre me acompañó en todo, me trajo aquí, me eligió tener, aunque le vine tarde y de sorpresa. Me amó de verdad.

Ella era la que me decía que yo era valiente, era fuerte y que podía, ella me ayudó a creer en mí, aunque quererme a mí misma es un trabajo aún en proceso, del que yo no bajo la guardia.

Ella me repitió muchas veces que fuera independiente y que estudiara, en el fondo, que fuera libre.

Mi madre me daba en la boca porque no se decía mentira, me tiraba la zapatilla desde lejos y luego hasta nos daba la risa.

Ella se enfadaba porque la llamábamos a gritos en la playa y nos decía que vaya educación nos había dado…

Ella que preparaba la cesta de la playa para ir los domingos y verla con falda vaquera y esparteñas era que el verano estaba cerca.

Mi madre nos combinaba los conjuntos de la playa con los pendientes y las bambas…

Ella, manchega de nacimiento y amante de Cartagena, me enseñó las tradiciones, a conocer las procesiones, me enseñó a emocionarme y a prepararme para recordarla cuando veo los tronos en la calle.

Ella, que disfrutaba los reyes magos buscando sorpresas y haciendo todos los esfuerzos para llenar nuestro salón de regalos, nos precintaba la puerta porque “si no estábamos todos, estaba prohibido pasar”.

Sufrí su tristeza y su dolor cuando murió su madre, cuando ella misma tuvo dificultades con su vida, cuando tuvo momentos en los que tampoco quería vivir, y yo estuve con ella, la quise en todos los momentos.

¿Cómo yo no voy a tener madre?

Estuve con ella en su enfermedad, su diagnóstico y su rápido deterioro, se nos hizo vieja enseguida, estuve en su despedida y vi su cuerpo muerto, ese que siempre me había parecido el mas elegante, atravesé el dolor de su pérdida y me perdí en él, la rabie, la llore y me refugié en mí.

Echar sus cenizas fue otra enseñanza que he hecho a través de ella; vivimos una vida con un cuerpo, con un tiempo limitado, con esfuerzo, con sufrimiento, con dolor… y al final, aquí sólo unas cenizas que se esparcen, quizá vivir desde un sentido más amoroso y más desapegado, con más disfrute y consciencia, fuera más inteligente.

Me faltó tiempo con ella y aún siento que me falta ella cuando entro en su casa.

¿Cómo yo no voy a tener madre?

Sigue siendo madre, abuela… y mi confidente.

FELIZ SOY YO, POR TENER A MI MADRE.

Cristina Carrillo Escobar

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